Jaime López era, lo dijimos, un magnífico orador y un memorión que conocía casi al dedillo a los ideólogos marxistas. Quizás eso encandiló a la joven. Ella, al revés de López, no tenía condiciones de liderazgo y su cultura política dejaba mucho que desear.
Si estaba en ese encuentro era porque su apellido había subido como la espuma cuando su padre, el General de Aviación, Alberto Bachelet Martínez, fue designado por Allende como jefe nacional de las JAP (Juntas de Abastecimientos y Precios), con el fin de ver cómo solucionar la enorme escasez de productos de primera necesidad que se estaba produciendo en Chile.
Esa muchacha era MICHELLE BACHELET JERIA y sería durante años la “polola” de López. El amor que entre ellos nacería le costaría al Partido Socialista muy caro: caída, tortura y muerte de sus mejores líderes jóvenes a nivel nacional, entre ellos Carlos Lorca. Exequiel Ponce y varios más.
Salvaría con vida JUAN CARVAJAL, quien es otro conocedor de las traiciones de JAIME LÓPEZ, las que calla por su amistad con BACHELET, y lo que le ha servido para ser el hombre importante de la Presidenta, el hombre del Segundo Piso del Palacio Toesca.
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