Numerosos son los testigos que señalan que Jaime López –al estar detenido en recintos de los aparatos represivos de la dictadura- tenía un trato singular frente a los que habían sido sus compañeros. Él no estaba maniatado, ni se le veía que hubiera sido víctima de tortura, hechos que sí habían vivido los demás prisioneros.
Además se paseaba libremente, observando a varios de los prisioneros. Algunos de ellos, hasta hoy, figuran como detenidos-desaparecidos.
Esa manera de vivir su prisión acusa a Jaime López lo mil veces señalado. Él no se convirtió en traidor dentro de las filas socialistas, sino que venía operando de dicha manera desde hacía algunos años.
Su amplio conocimiento doctrinario marxista le sirvió de piso para subir en un Partido político regional (el PS de Arica) con rapidez y llegar a encumbrarse a la dirección nacional al hacer estrecha amistad con Carlos Altamirano y varios otros dirigentes que, luego, se convertirían en sus propias víctimas.
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